Lo barato sale caro, muy caro. El refranero español aguarda afirmaciones que, en ciertas ocasiones, se tornan en verdades indiscutibles. El “Pan para hoy, hambre para mañana” es un refrán que se esconde bajo las reivindicaciones que llevan semanas poniendo al campo en pie de guerra. Porque el mercado global y sin restricciones que hoy ofrece productos baratos se va a convertir en el hambre que pasaremos mañana. Y, con permiso de Ortega y Gasset, Europa (UE) es el problema y España la solución ¿Por qué? Vamos a averiguarlo.

El elevado coste de producción frente el precio al que vende el agricultor es inasumible. Las políticas medioambientales encarecen el coste de producción. Algunas normativas fitosanitarias son importantes para el bienestar del consumidor, pues velan por la salubridad y trazabilidad del producto. Pero otras están motivadas, exclusivamente, por “cuestiones medioambientales” (en realidad, económicas), que imponen el uso de unos productos y la prohibición de otros.

Otra cuestión que agrava duramente la supervivencia del campo, son las políticas y restricciones que se aplican al uso del agua. A veces con discursos apocalípticos, otras como políticas de ordenación del territorio ante la sequía en algunas regiones, pero la realidad es que no se establecen políticas locales o nacionales efectivas que solucionen el problema de la falta de agua en el campo.

Es determinante el papel de los intermediarios que se están haciendo con la mayor parte del negocio en España: Bancos y Fondos de Inversión extranjeros. Tiran a la baja los precios de compra en el campo español e inflan los precios de venta y distribución a los supermercados, generando una burbuja ¿Y la Ley de Cadena Alimentaria no sirve para proteger a los agricultores en este caso? Responderemos con otra pregunta: ¿De qué sirve que la administración marque el coste de producción para que no vendan los agricultores por debajo de ese precio, si luego los exportadores compran el producto a terceros países porque sigue siendo más barato?

Todo esfuerzo o legislación es estéril mientras exista la competencia desleal con terceros países y no se cierren las fronteras por donde entran. Por eso, esta causa vertebra gran parte de los problemas que sacuden a nuestro campo.

La mayoría de los países extracomunitarios (de fuera de la UE) no cumplen con las mismas normas y prohibiciones fitosanitarias, pero, sin embargo, gozan de unos tratados de libre comercio más beneficiosos, en muchos casos, que las propias condiciones de intercambio entre países intracomunitarios.

Por otro lado, en nuestra cultura gozamos de una amplia historia de conquistas en derechos laborales, que nos hace distinguir entre condiciones de trabajo dignas y esclavitud. Pero, por desgracia, esto no es así en países donde utilizan mano de obra semi esclava, con unos salarios del tercer mundo con los que no podemos competir, porque aquí hay derechos y nos importa la dignidad del hombre.

En estos países tampoco se imponen castigos climáticos en forma de sanciones, prohibiciones o restricciones al uso de hidrocarburos. Curiosamente, son los países que más contaminan. Además, si todo es en nombre del medioambiente, es obvio que contamina estratosféricamente más transportar productos desde Egipto, Marruecos o Sudáfrica, que traerlos desde Almería, Huelva o Segovia.

Por otro lado, organismos internacionales como la UE, ONU o FIDA deciden, so pena de sanción, lo que los agricultores pueden o no pueden cultivar, muchas veces en contra de la razón, pues corresponde a agricultores y agrónomos, que conocen bien el campo y sus dinámicas, decidir qué es óptimo cultivar según cuándo y dónde, no a señores de ciudad enclaustrados en despachos de comisiones extranjeras. A través de la PAC (política agraria común), se establecen códigos de obligado cumplimiento con sus consiguientes castigos, enzarzando a los agricultores en una burocracia infinita y utilizando las ayudas como prebendas.

Estos organismos internacionales, pero sobre todo lobbies y holdings de inversión, situados en altos edificios de ciudades financieras, han decidido, también, sustituir el campo cultivable por parques eólicos y mares de placas solares, que dan más beneficio. A ellos, claro, no a nuestra economía ni al bolsillo del ciudadano. Como siempre.

Las estructuras comerciales multinacionales, a través de la competencia desleal, pretenden hacerse con la totalidad del mercado. Primero abaratan los precios, ejerciendo un dumping económico que ya sabemos cómo termina: Una vez que se han hecho con la totalidad del mercado, suben los precios ante la ausencia de competidores. Costes bajos, beneficios extraordinarios. Es un monopolio disfrazado de libre mercado global.

También los gobiernos locales y nacionales tienen su función: Obedecer, escrupulosamente, lo que les dictan desde fuera, ya sean grupos de presión o agentes políticos. Así se entiende mejor el papel que aquí representan PP y PSOE: El mismo. Cumplimiento a rajatabla de la Agenda 2030 y voto a favor del Pacto Verde Europeo, que es la síntesis, en forma de ideología y ley, de todo lo que hemos expuesto.

Y aquí, el atrezo de la ideología juega un papel fundamental: La Agenda 2030, como cuerpo dogmático oficial nos lleva a aceptar, con autodeterminación, que vivir mal es lo que verdaderamente deseamos. Así se legitiman barbaridades como matar de sed a una parte de España, cerrándoles el grifo y dejándoles sin agua.

Por eso, como decíamos al principio, el pan barato de hoy será nuestra hambre mañana.

¿Y cuál es la solución? la Patria. Sin ninguna duda.

Porque la Patria, que somos todos nosotros, es lo que nos defiende de abusos externos, pues como unidad orgánica busca el Bien Común, no el favor particular. Y puede hacerlo, rebelarse frente a los intereses de los poderosos y fondos milmillonarios, cuando tiene soberanía. Todo lo que no sea una decisión soberana en favor del bien de lo común, de lo de todos, de lo de España, no es Patria: Es globalismo y es dinero.

Lo que garantiza que no haya una diferencia abismal entre costes de producción y precio de venta es la Patria, porque no busca inflar los precios para generar una burbuja que haga ricos a unos pocos, pues su eje motor es la protección de todos los que forman parte de ella.

La Patria garantiza la Justicia, pues no pone intereses personales por encima de otros, si no que se rige por el bien de todos.

La Patria es la solución al agua, pues el interés general contrapone la sed de algunos con la solidaridad y el esfuerzo de todos, poniendo por delante la supervivencia de nuestro campo en su totalidad, frente a regionalismos, autonomías, o fueros.

La Patria nos protege de lo de fuera, pues no hay competencia desleal de terceros países si protegemos nuestras fronteras del producto extranjero. Porque la Patria nos pone a nosotros, los españoles en su conjunto, por delante de todo y de todos. Porque la Patria es defender lo nuestro.

La Patria no hinca la rodilla ante Bruselas, porque no hay ningún interés por encima de ella.

La Patria no sigue la agenda de quienes no tienen más patria que el dinero, pues su Soberanía vale más que los beneficios del mercado global y su libertad vale más que el oro, que no sin sangre conseguimos durante siglos de historia.

La Patria es campo, y como tal, no legisla en contra de ella, sino que lo protege.

Cada vez que una patria ha protegido los intereses de su economía y de sus productores frente a la entrada masiva de producto extranjero, no es casualidad que todos los organismos internacionales se hayan manifestado en su contra en la misma proporción que dichos países han mejorado su economía y el bienestar de los suyos.

Por eso, ante la competencia desleal: Patria.

Ante la especulación de los poderosos: Patria.

Ante la sumisión de la política a intereses extranjeros: Patria.

Ante los burócratas de Bruselas: Patria.

Ante la religión climática: Patria.

Ante el globalismo y sus agendas que nos empobrecen y nos encadenan: Patria.

Ante quienes quieren acabar con nuestro campo: Patria, Patria y Patria.

Porque la Patria es la única defensa que tienen los agricultores.