Veo las campañas electorales -y el circo mediático creado por los partidos políticos- y solo se me viene a la cabeza pensar que estas salen de despachos creativos de agencias de publicidad, situadas en grandes edificios. Es imposible que estén tan desconectados de la realidad. 

Castilla y León es una región con unos graves problemas estructurales, causados por los sucesivos gobiernos del bipartidismo. PP y PSOE, tras décadas gobernando, continúan con la eterna promesa de solucionarlos a base de ayudas, bonos, parches y migajas.  

Solo en los últimos 10 años, han provocado que casi 200.000 habitantes hayan tenido que abandonar su tierra en busca de un futuro. Muchas de las provincias de Castilla y León han sido convertidas en un desierto demográfico, miles de trabajadores, en su mayoría jóvenes, se han visto obligados a emigrar de su lugar de origen por falta de servicios básicos, y oportunidades académicas y laborales. Es tremendamente injusto. Hijos que estudiarán, trabajarán y vivirán lejos de sus padres, nietos que no podrán estar cerca de sus abuelos, abuelos que no podrán ver crecer a sus nietos. 

Cada injusticia padecida ha sido promovida y amparada por el modelo de las autonomías. Cada chantaje de separatismo al gobierno es una oportunidad menos para los jóvenes castellanos y leoneses. Cada euro destinado al concierto económico vasco es el cierre de un centro de salud en la región. Cada imposición lingüística subvencionada es otro colegio vacío. El fracaso de las CCAA es precisamente este, que una parte de los españoles, precisamente los leales a España, hayan sido condenados a vivir lejos de sus familias, de sus amigos y de su tierra para poder subsistir. 

Treinta años después, ya le han puesto nombre y símbolo al proceso por el cual los trabajadores de España vivirán peor para que otros países vivan mejor. La desindustrialización, la pérdida de soberanía energética y la condena del sector primario ya tiene nombre; Agenda 2030. A la ya mermada industria de la región, ahora se le da la puntilla con restricciones climáticas, impuestas por dicha agenda, que terminarán por condenar definitivamente a los trabajadores de Castilla y León. 

A la deslocalización de empresas se suma el cierre de escuelas, de centros de salud y hospitales, la falta de inversión en ferrocarril, transporte y carreteras. Ante esta desoladora situación es descabellado pensar que los trabajadores puedan desarrollar un proyecto de vida en la región que los vio nacer pero, lamentablemente, si no revertimos esta situación, no los verá crecer.  

Los trabajadores de Castilla y León no necesitan ni ayudas, ni bonos, ni parches ni migajas. Castilla y León necesita industria, acabar con la competencia desleal que sufre el sector primario, infraestructuras, servicios públicos básicos y de calidad, un plan de natalidad y, en definitiva, necesita un proyecto común, alejado de localismos, que proporcione prosperidad y un futuro digno para los trabajadores de España. 

Castilla y León, la que fue cuna de España y faro del mundo, tiene una riqueza histórica, material, espiritual y humana sin parangón, por ello estoy seguro de que, pese a la falta de voluntad política de estas últimas décadas, volverá a deslumbrar y colocarse en el lugar que le pertenece. 

Tenemos derecho a un trabajo, a un sueldo digno, a formar una familia y a prosperar en nuestra tierra. No nos resignamos. 

RODRIGO ALONSO.